lunes, noviembre 20, 2006

Florencia

Florencia

Florencia era decente: vivía cómodamente en el Barrio Alto y era muy venerada. Joven, bella e inteligente, nunca tuvo que salir a la calle a buscar un bocado. Todo le era dado por su talento.

Una noche de agosto se sintió extraña. Como que el alma le quedaba más grande que la piel. Salió al inmenso y perfumado jardín de la mansión en que vivía y cantando suavecito paseó su glamour junto a la fuente. Se miró reflejada en el espejo del agua y vio brillar allí, además de su figura, un plato nacarado que la hizo sentir eufórica.

Buscó con la mirada llena de destellos verdes y pronto descubrió a un joven esbelto del otro lado de la reja y lo invitó a que... sigilosamente, pasara.

Se amaron sin piedad toda esa noche azul. Como ingrávida dentro de una burbuja, confundió la fuente estelar con el agua del estanque, el cielo con la tierra, el norte con el sur, el arriba con el abajo...

Fue un escándalo: hasta el amanecer se escucharon gritos que parecían de niños que estaban siendo torturados. Entonces, extenuados, vieron nacer lentamente un sol rojo por el oriente y nunca más se separaron.

Mi gata Florencia había perdido la decencia.
Ama Tista





1 comentario:

Druida dijo...

cuentos muy ingeniosos, muy bueno!